
Un día, el Maestro miró al predicador sentado frente a él, seguro de sus creencias, satisfecho de sus buenas obras, y le dijo:
"Amigo mío, a veces tengo la sensación de que,
cuando mueras, lo harás sin haber vivido nunca,
como si la vida hubiera pasado de largo junto a ti".
Y, como si se le ocurriera de pronto, añadió:
"Aunque, bien pensado, es algo todavía peor:
la vida y tú habéis ido en direcciones opuestas".
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